Conflictos Navideños

5 claves para gestionar los conflictos en Navidades

Las fiestas de Navidad y la proximidad del nuevo año nos crean muchas expectativas y, en algunas personas, también angustia. Son fechas densas en emociones que no siempre sabemos gestionar bien, por lo que pueden afectar a nuestro bienestar y al de los demás. Además, estos días suelen estar cargados de compromisos y dinámicas familiares que pueden intensificar las tensiones emocionales. Os damos 5 claves que os pueden ayudar a gestionar los conflictos propios de las Navidades y a empezar el 2025 con la mejor actitud.

¿Te sobrecargas de trabajo para complacer a los demás?

Si vais a celebrar la Nochebuena o la Navidad en tu casa, quizá hayas asumido toda la carga de trabajo que supone ser el anfitrión: pensar el menú, hacer las compras, adornar la casa para que esté lo más agradable posible, etc. Cuando esta responsabilidad se vive con ilusión y de manera voluntaria, no supone ningún problema: hay personas que disfrutan con todos estos preparativos porque para ellas es gratificante. Para muchas personas, esta organización también es una manera de demostrar cariño a sus seres queridos. Pero si, por el motivo que sea, tú lo vives como una obligación que te sobrecarga y piensas que hay un desequilibrio en la distribución de responsabilidades, la situación sí supone un problema que hay que aprender a gestionar.

Cómo actuar

No esperes a que los otros tengan una actitud proactiva y te pregunten en qué pueden colaborar, porque es probable que esto no ocurra. En muchas ocasiones, las personas no son conscientes de la carga que supone para quien organiza todo. Adopta una actitud asertiva. Expresa cómo estás experimentando la preparación de estas reuniones: la dificultad que te supone hacerte cargo de todo y la necesidad que tienes de disponer de más tiempo para ti. Y pide la colaboración de los otros miembros de la familia, tanto de tu pareja como de tus hijos (si están en edad de proporcionártela). Dividir las responsabilidades no solo reduce la carga, sino que fomenta la participación de todos en el espíritu navideño. Si te instalas en la queja sin pedir su implicación, solo conseguirás sentir que no se valora tu esfuerzo y es posible que empieces a culpar a los demás de la situación. Esta actitud no te beneficiará ni a ti ni a ellos.

¿Vas a reunirte con familiares con los que no hay una buena relación?

Es un hecho que, cuando en las familias hay conflictos no resueltos, las reuniones navideñas se convierten en espacios en los que pueden estallar las tensiones acumuladas. Estos momentos suelen traer recuerdos de discusiones pasadas o situaciones mal gestionadas que resurgen durante las reuniones.

Cómo actuar

Hay que intentar resolver el conflicto que provocó la confrontación con el otro miembro de la familia antes de que esta se reúna. Las reuniones familiares ―bautizos, comuniones, bodas, cumpleaños, Nochebuena, Navidad, etc.-― no son espacios adecuados, ni propicios, para arreglar las diferencias con los otros: al contrario, son espacios que favorecen los estallidos emocionales. El ambiente festivo y la presencia de más personas suelen aumentar la presión y las emociones a flor de piel. Si, por cualquier razón, no podemos solucionar el conflicto con la otra persona antes del encuentro, como adultos debemos ser capaces de comprometernos a no enfrentarnos durante la celebración: nuestra prioridad debe ser mantener la armonía para no incomodar a los otros.

Si, de manera imprevista, surge un problema con alguien, debemos posponer la discusión para argumentar nuestros puntos de vista y resolver las discrepancias en privado. Es fundamental que este diálogo se realice en un momento en el que ambas partes estén calmadas y dispuestas a escucharse. No pretendas conseguir que te den la razón en un espacio compartido con más personas a costa de su bienestar porque lo último que conseguirás es resolver el problema, y crearás unos cuantos más. Es decir, no se trata de negar el conflicto ni de negarle al otro su malestar por lo que hayamos podido decir o hacer, sino de buscar juntos el entorno adecuado para intentar resolverlo.

La ausencia de las personas queridas

Estas fiestas son días en los que la ausencia de las personas que han sido muy importantes para nosotros pone de manifiesto el vacío que han dejado en nuestras vidas. No es sencillo participar de los encuentros familiares cuando el ambiente niega estas ausencias y nos sentimos obligados a reprimir el sentimiento de tristeza. Este malestar emocional puede ser aún más intenso si la pérdida ha sido reciente o si las Navidades eran un momento especialmente significativo con esa persona.

Cómo actuar

“Es un tema muy delicado porque los valores familiares, como el de compartir, están muy presentes durante las Navidades. Si hemos perdido a un hermano, a un hijo, a nuestra pareja o a un progenitor, vivimos con intensidad lo mucho que le echamos de menos. Como psicóloga, creo que es muy importante poder expresar lo que se siente. Cuando estamos en familia, no debería ser necesario fingir ni reprimir la tristeza. Además, probablemente, nuestro sentimiento es compartido, por lo que si en un momento dado necesitamos, por ejemplo, llorar, esta expresión de dolor puede crear un momento de consuelo y proximidad con otros miembros de la familia que también echan mucho de menos a la persona que ya no está.

Hablar abiertamente sobre estos sentimientos suele facilitar el proceso de duelo colectivo. Compartir la pena nos ayudará a poder disfrutar después de la compañía de los demás con otro estado de ánimo. Es decir, deberíamos ser capaces de encontrar un momento para expresar y compartir los diferentes tipos de emociones, tanto las de alegría como las de tristeza”, explica Sílvia Raset, la directora de nuestro centro.

Cuando regalar se convierte en un problema

Regalar se convierte en un problema cuando, como en otras cuestiones de la vida, perdemos el punto de equilibrio. Esto suele ser el resultado de presiones externas, expectativas sociales o incluso intentos de llenar vacíos emocionales.

Qué debemos plantearnos

Si caemos en los excesos, debemos preguntarnos a qué se debe esta necesidad de excedernos: podemos estar intentando compensar con regalos el poco tiempo que les dedicamos a nuestros seres queridos. El ritmo de vida que llevamos actualmente provoca que en nuestro día a día nos saltemos gestos que son importantes: un abrazo, leerle un cuento a nuestro hijo antes de ir a dormir, preparar una cena especial para nuestra pareja, etc. Estos momentos cotidianos, aunque parezcan pequeños, tienen un impacto emocional duradero en las personas que amamos.

En algunos casos son los hijos los que piden más regalos de los que corresponde. Si es así, debemos preguntarnos si ha habido una pedagogía previa: si, como padres, les hemos enseñado a valorar el dinero, el esfuerzo que requiere ganarlo; si les hemos enseñado que sus deseos no pueden ser ilimitados en este sentido. Al niño que no tiene integrado el valor del esfuerzo le será muy difícil autogestionar esos límites: para él no habrá restricciones. Hay que educar a los hijos en estos valores cada día, no solo cuando llegan las Navidades o los cumpleaños: por ejemplo, cuando vamos al supermercado a hacer la compra, ellos nos piden cosas que no son necesarias. No siempre hay que negárselas, pero tampoco hay que acceder siempre a sus demandas.

Expectativas para el nuevo año

La proximidad del inicio de un nuevo año provoca que nos hagamos propósitos para mejorar nuestra vida. Sin embargo, a veces, estos propósitos no son realistas: pasamos por alto que tanto el cerebro como el cuerpo necesitan un tiempo de adaptación para llevar a cabo ciertos procesos. Esto puede llevarnos a una frustración innecesaria y a la sensación de fracaso, incluso cuando nuestros objetivos son válidos y positivos. Si forzamos cambios de forma brusca, lo más probable es que no podamos mantener durante mucho tiempo los objetivos que nos hemos marcado, que perdamos el hábito que estábamos intentando adquirir y nos encontremos de nuevo en la situación inicial, pero con un gran sentimiento de frustración.

Cómo actuar

No intentes introducir cambios colosales en tu vida, ni muchos al mismo tiempo. Plantéate objetivos realistas, que puedas alcanzar y sostener en el tiempo. Divide tus metas en pasos más pequeños y alcanzables que te permitan sentir progreso sin generar una presión excesiva. Si decides ponerte una gran meta, distribuye a lo largo de todo el año los diferentes pasos a dar para alcanzarla; es decir, subdivide las tareas o los procesos que requiera. Además, celebra los pequeños logros: reconocer cada avance, por pequeño que sea, te motivará a seguir adelante y evitará que te desanimes.

Una última recomendación

Muchas veces nos sentimos obligados a actuar siguiendo una serie de estereotipos con los que no estamos de acuerdo: quizá no queremos celebrar en familia cada una de las festividades (Nochebuena, Navidad, San Esteban, Nochevieja, Año Nuevo y el día de Reyes) y nos gustaría pasar alguno de estos días de otra forma. O quizá, un año, por las circunstancias vitales en las que nos encontramos, preferiríamos celebrar las Navidades haciendo un viaje. Estos deseos, aunque diferentes de lo tradicional, son igual de válidos y reflejan nuestra necesidad de priorizar lo que realmente nos hace felices.

“Lo importante es que nos podamos sentir libres a la hora de tomar este tipo de decisiones: que la familia pueda tolerar nuestra ausencia y que nosotros no nos sintamos culpables por ello. Vivimos muy condicionados por la publicidad. Da la impresión de que las Navidades tienen que ser como en los anuncios: con muchos brillos, en familia y copos de nieve cayendo al otro lado de las ventanas. Y no es así. Cada persona tiene derecho a decidir cómo vivir estas fechas de una manera que sea significativa para ella. Reunirse por Navidad es muy bonito, pero tiene que ser bonito, no obligatorio”.

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