En la actualidad, mucha gente ante un accidente, tragedia o delito, prefieren sacar el teléfono móvil o celular y grabar un video antes de ayudar a las víctimas o al menos pedir ayuda a los servicios de emergencias.
Hay personas que tienen la necesidad de estar mostrando lo que pasa a cada momento: accidentes, atracos, peleas y hasta incendios o atentados públicos. Se sienten bien al publicar videos para mostrar a sus segudiores o amigos que ellos fueron testigos de ese tipo de hechos.
Parece ser que hemos perdido el sentido de comunidad que nos caracterizaba antiguamente, nos hemos distanciado tanto que no nos importa lo que le está pasando al otro. La gente no tiene filtro, y muchas veces graba sin pensar, violando en ocasiones los derechos de imagen de un niño y de personas inocentes, lo cual, dejando a un lado el tema moral y los derechos de imagen o infantiles, que no es poco, se trata de un delito tipificado en el código penal como “omision del deber de socorro“.
En las emergencias la gente piensa primero en grabar y, si queda tiempo, después piensa en ayudar. Ahora los usuarios están más pendientes de los “likes” y “shares” de sus publicaciones en redes sociales, que del riesgo que corren las víctimas de los sucesos, convirtiendo cualquier situación que pueda ser morbosa en un show que les sirva para ganar más popularidad.
Pero, ¿Este comportamiento es algo nuevo de los tiempos de Internet y de las redes sociales? ¿Es algo que ya sucedía en el pasado?
¿Por qué cuanta más gente hay mirando o grabando, menos ayuda prestamos?
Existen varias razones por las que cuanta más gente hay mirando o grabando, menos ayuda prestamos. Una de las razones es que la presencia de otras personas presenciando el accidente o situación violente puede hacer que nos sintamos menos responsables de actuar. Cuando estamos rodeados de otras personas, es más probable que asumamos que alguien más tomará la iniciativa y ayudará. Esto se conoce como el efecto espectador, del cual hablaré más adelante.
Otra razón es que la presencia de otras personas puede hacer que nos sintamos más inhibidos. Podemos sentirnos nerviosos o avergonzados de intervenir, especialmente si no estamos seguros de lo que debemos hacer. Además, la presencia de otros puede hacer que nos sintamos más expuestos. Podemos preocuparnos por que nos vean o nos juzguen si ayudamos.
Por último, la presencia de otros puede hacer que nos sintamos más despersonalizados. Podemos sentirnos menos conectados con la víctima si hay otras personas presentes.
Estos factores pueden contribuir a que las personas se sientan menos motivadas a ayudar cuando hay otras personas presentes. En algunos casos, incluso pueden disuadir a las personas de ayudar en absoluto.
El caso de Kitty Genovese
Dejad que os cuente “el incidente de Kitty Genovese”: El 31 de marzo de 1964, Catherine Susan Genovese, más conocida como Kitty Genovese, de 28 años de edad, tras finalizar su turno de trabajo como camarera en uno de los bares de Manhattan se subió a si coche y se fue a su casa en Queens. Aparcó su coche a unos metros de su apartamento y nada más bajarse del coche un hombre le asaltó y le apuñalo dos veces en la espalda. Kitty gritó pidiendo ayuda y unos de los vecinos respondió gritándole al asesino: “Deja a esa chica en paz”.
El asesino (Winston Moseley) huyó del lugar y se escondió en un callejón, unos quince minutos más tarde y viendo que nadie se preocupaba por ella volvió a buscarla y al ver a Kitty inconsciente en el suelo le cortó la ropa interior, abusó sexualmente de ella y terminó por robarle el dinero . Tras la agresión sexual le apuñalo varias veces más y se fue sin que nadie hiciera nada por detenerlo. Un vecino llamó a la policía pero al llegar la ambulancia ya era demasiado tarde para ayudar a Kitty Genovese quién murió de camino al hospital Según los vecinos, Kitty no paró de gritar en todo momento “¡Me muero! ¡Me muero!”.
Este asesinato de Kitty Genovese a finales de los años sesenta provocó el despertar del interés por la la conducta altruista y los factores situacionales que influyen en ella.
Por extraño que parezca, lo que suscitó el interés de los psicólogos sociales de aquélla época no fue el asesinato en sí mismo, sino la reacción de los 37 testigos que presenciaron los 45 minutos íntegros del incidente y no hicieron nada para evitarlo.
¿Cómo es posible que 37 testigos, personas normales, vecinos de la víctima, no acudieran a su rescate? Debido a que todos ellos reaccionaron de la misma forma, no parecía probable que la explicación estuviera en rasgos de personalidad o en características propias de cada individuo, sino más bien en variables de la situación y cómo son interpretadas por los que se encuentran en ella.
La Teoría de la Difusión de la Responsabilidad o el Efecto Espectador
Y precisamente, en las variables situaciones y en las interpretaciones de los observadores ante una situación de emergencia, se centraron las investigaciones de los psicólogos sociales John Darley y Bibb Latané, que con una hipótesis inicial nada intuitiva reprodujeron en el laboratorio algunos de los aspectos presentes en aquella noche en que Kitty perdió la vida confirmándose que cuanto mayor es el número de observadores, menor será la probabilidad de que cualquiera de ellos preste ayuda a la persona necesitada.
La ausencia de una respuesta de ayuda por parte de los vecinos fue denominada por Darley y Latané como efecto de difusión de la responsabilidad o efecto espectador quienes concluían que “contrariamente a las expectativas comunes, a mayor número de espectadores observando a alguien en peligro, menor es la probabilidad de que alguien asuma la responsabilidad de dar el primer paso para ayudar a esa persona”.
¿Cuáles son las razones qué explican esta hipótesis tan poco intuitiva? Entre las explicaciones de los investigadores se encuentran el hecho de que los espectadores ven que otros tampoco están ayudando, que creen que alguien habrá mas cualificado para ayudar que ellos, y que se sienten inseguros sobre cómo ayudar mientras otros están mirando.
¿De qué depende que ayudemos?
Cuándo nos encontramos con una situación en que una persona solicita o necesita ayuda el que estemos dispuestos a ayudar depende en primer lugar de la balanza costes-beneficios ¿Tengo capacidad para ayudar a esta persona? ¿Qué voy a ganar con esta acción? ¿Me traerá problemas el ayudar? y una vez que hemos tomado la opción de ofrecer nuestra ayuda al saber que podemos hacerlo y estamos dispuestos a ello, las siguientes preguntas que aparecen son: ¿Debo ser yo? ¿No hay más personas?
Aquí juega un papel esencial el miedo ante el cómo los demás juzguen nuestra actuación.
¿Cuáles son las principales preguntas que hacen que evitemos la responsabilidad de prestar ayuda?
En una sociedad en que el bienestar propio y el individualismo gana cada vez más adeptos en contra de una conducta pro social inherente del ser humano, algunas de las preguntas que nos asalta en forma de obstáculos y que dificultan o impiden que ayudemos son:
- ¿Tengo alguna responsabilidad en lo que esta sucediendo? ¿Debo ayudar?
- ¿Tengo capacidad para ayudar?
- ¿Será malo para mí ayudar?
- ¿Qué dirán de mí los demás?
¿Y tú? ¿Cómo es tu comportamiento ante una emergencia ajena? ¿Ayudas o esperas a que otro tomen la iniciativa? Comparte tus experiencias en los comentarios.
Me gustaría terminar señalando que por un lado, como seres humanos estamos capacitados para ayudar a los demás y por el otro lado, como seres sociales somos responsables de ofrecer dicha ayuda. Además, no olvides que tu comportamiento de ayuda servirá de modelo a los demás observadores.
Sílvia Sumell Canalda es Psicóloga General Sanitaria (Colegiada 13350) con una trayectoria de más de 20 años en el ámbito de la psicología clínica. Licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y especializada en Psicología Clínica, Sílvia ha dedicado su carrera a ayudar a adultos, parejas y familias a enfrentar problemas emocionales, mejorar sus relaciones y fomentar un entorno familiar saludable. Su enfoque principal es la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), eficaz para tratar trastornos como ansiedad, depresión, estrés postraumático, TOC y problemas de personalidad.
Desde 2010, Sílvia colabora con el Institut Neurològic de la Memòria, donde ha adquirido amplia experiencia en neuropsicología, trabajando junto al Dr. Domènec Gil Saladié en la evaluación y tratamiento de pacientes con trastornos neurológicos complejos. Además de su labor clínica, Sílvia participa activamente en el ámbito educativo como tutora de estudiantes en prácticas y colaboradora en la UOC, y en medios de comunicación, incluyendo artículos en La Vanguardia. Su enfoque en Psicología Montjuïc combina empatía, psicoeducación y técnicas prácticas para empoderar a sus pacientes, promoviendo su autonomía emocional y bienestar.