¿Has sentido alguna vez tanto miedo hacia algo o alguien que te ha paralizado? ¿Arrastras miedo a algo y eso determina lo que haces en tu día a día? ¿Has reflexionado alguna vez sobre qué harías si no tuvieras miedo?
El miedo es una emoción que nos ha ayudado durante siglos a poder sobrevivir. El miedo no es malo. Está para ayudarnos. Se encarga de ponernos alerta ante situaciones que pueden ser amenazantes.
Sin embargo, cuando sentimos miedo o ansiedad hacia algo tratamos por todos los medios de deshacernos de esa emoción. Como si no tuviéramos que sentirla. Tratamos de escapar hacia un terreno más seguro.
Ojo no hay que confundir el miedo con las fobias, que se tratan de un miedo irracional a cosas que realmente no suponen ningún peligro. Las fobias deben tratarse con un psicólogo, el miedo no.
¿Qué ocurre cuando no manejamos bien el miedo?
Vamos a suponer que tienes que llevar a cabo una exposición en público sobre un tema importante para tu empresa. Si no estás muy acostumbrado a hablar en público seguramente sentirás cierta ansiedad. O un miedo terrible.
Te inundan pensamientos del tipo: “Vaya marrón me ha caído”, “Estará la sala llena de gente”, “Con lo mal que se me da a mi hablar en público”, “Va a ser terrible”.
Entonces el miedo crece.
Como sientes miedo, te sientes inseguro. “¡Voy a hacerlo fatal!”, “¡Quedan dos semanas y ya estoy temblando!!”.
Y el miedo sigue creciendo.
Durante el tiempo que tienes para la preparación piensas en cómo podrías evitar ser tú quien haga la exposición: ¿y si me pusiera enfermo?, ¿y si trato de convencer a otro para que lo haga? ¿y si desaparezco? Y aparece entonces la sensación de no tener escapatoria.
En este punto puede que el miedo ya no te deje dormir bien, pensar bien o comer bien. En ese estado, piensas que no puedes con ello, que no vales, que “eres peor que los que consiguen hacerlo bien”. O piensas que tienes muy mala suerte o que siempre te pasan a ti las cosas terribles.
El día de la exposición estás tan agotado y tan inseguro que lo haces fatal. Y esto solo confirma todos los pensamientos que has tenido. ¡Ves, si es que yo no valgo para esto!
Lo cierto es que hablar en público es seguramente una de esas cosas a las que todos tenemos cierto miedo. Unos más, otros menos. Pero todos experimentamos cierto miedo cuando nos toca hablar en público.
El problema es que si invalidamos esa emoción, si tratamos de escapar de ella, solo podemos conseguir dos cosas. Que aumente haciendo lo que nos da miedo con una ansiedad inmanejable. O que escapemos de la situación para no sentir miedo con lo que nos quedamos rezagados, viviendo a medias.
¿Cuál debe ser tu actitud ante el miedo?
Realmente sólo deber preocuparte por conseguir estas dos cosas: Aceptar y afrontar la situación.
1. El miedo es normal, acéptalo
Entiende que es lógico sentir miedo cuando hacemos algo diferente, desconocido o algo importante en nuestra vida. Acéptalo como algo natural, que sentimos todos. No luches contra él, convive con él. Trátalo con cariño, entiéndelo.
Cuando tratamos de luchar contra el miedo lo que hacemos es sentirnos mal con nosotros mismos. Nos sentimos mal porque invalidamos nuestra emoción. ¡Cómo si fuera de débiles sentir miedo!
Recuerda que no es débil el que siente miedo, es débil es que nunca sale de su zona de confort para no sentir miedo.
2. Afronta la situación que te da miedo
Es lógico sentir miedo de vez en cuando. Pero con ese sentimiento tenemos que ir a la situación y hacerlo. Nunca evites algo solo porque te da miedo.
No trates de “afrontar el miedo”. Este es un error muy común que suelo trabajar en terapia. Está muy extendida la idea de que el miedo hay que afrontarlo. Cómo si pudiéramos hacer algo para no sentirlo. No es cierto.
Lo que hay que afrontar es la situación que nos genera miedo. Y afrontarla aceptando el miedo que sentimos.
Esta idea genera mucho alivio. Poder darnos permiso para sentir miedo sin que esto diga que no somos válidos es maravilloso.
Si afrontas las situaciones nuevas, desconocidas o importantes con esta actitud, llegarás donde te propongas. No de una forma fácil. Pero sí de una forma gratificante. ¿Por qué no intentarlo?
¿Te has sentido identificado con algo? ¿Crees que puedes llevarlo a la práctica? No olvides dejarme tus comentarios más abajo.
Sílvia Sumell Canalda es Psicóloga General Sanitaria (Colegiada 13350) con una trayectoria de más de 20 años en el ámbito de la psicología clínica. Licenciada por la Universidad Autónoma de Barcelona (UAB) y especializada en Psicología Clínica, Sílvia ha dedicado su carrera a ayudar a adultos, parejas y familias a enfrentar problemas emocionales, mejorar sus relaciones y fomentar un entorno familiar saludable. Su enfoque principal es la Terapia Cognitivo-Conductual (TCC), eficaz para tratar trastornos como ansiedad, depresión, estrés postraumático, TOC y problemas de personalidad.
Desde 2010, Sílvia colabora con el Institut Neurològic de la Memòria, donde ha adquirido amplia experiencia en neuropsicología, trabajando junto al Dr. Domènec Gil Saladié en la evaluación y tratamiento de pacientes con trastornos neurológicos complejos. Además de su labor clínica, Sílvia participa activamente en el ámbito educativo como tutora de estudiantes en prácticas y colaboradora en la UOC, y en medios de comunicación, incluyendo artículos en La Vanguardia. Su enfoque en Psicología Montjuïc combina empatía, psicoeducación y técnicas prácticas para empoderar a sus pacientes, promoviendo su autonomía emocional y bienestar.